El hombre se
movió lentamente entre el mar de cadáveres que reposaban en el suelo. Estaba orgulloso
de aquello; tan solo unos minutos atrás había dudado de poder convencer al
menos a un vampiro de unirse a la revolución que planteaba, y ahora escuchaba
los gritos de celebración de los nuevos revolucionarios mientras contemplaba al
derrocado rey agonizante.
Nueve hombres
con largas túnicas negras cuyo único detalle especial era una cruz borgoña en
el pecho se situaban alrededor de aquel moribundo ser, sosteniendo las cadenas
que lo ataban al trono.
–¿Qué deberíamos
hacer? –inquirió en voz baja uno de los hombres; el rey bajó la cabeza,
adivinando lo que responderían los demás y calculando su tiempo de vida.
–No lo que él
desee–respondió aquel que estaba a su lado, dedicándole una mirada envenenada
al hombre que ahora estaba a tan solo un par de metros, de pie sobre el cuerpo
de una joven que había sido transformada un par de meses atrás.
–Ahora es mío–su
voz estaba cargada de triunfo y crueldad. El grupo de las cruces rojas se
apartó del rey, pero las cadenas continuaban en el aire, como si ellos aun las
sostuviesen–Es una lástima que deba usted terminar así, mi señor, casi me duele tener que matarlo… casi.
El rey soltó
un bufido, exasperado; sabía que moriría, y esas palabras solo lograban que sus
últimos minutos se transformaran en un desagradable momento. ¿Acaso no podía
concederle unos segundos de tranquilidad antes de que obligarle a abandonar el
mundo terrenal?
–Hacedlo de
una buena vez, hijo mío, comienzan a dolerme las muñecas–su tono era afable,
tranquilo, incluso dulce. Movió sus manos para hacer que sonaran las cadenas
antes de levantar la mirada para encontrarse con los ojos color miel de su próximo
asesino–No me arrepiento de haberos convertido, Beliar, sois un gran vampiro,
aunque siempre hayáis tenido ideas extrañas–una mirada afectuosa fue dirigida
al pequeño niño de apenas cuatro años que observaba la escena con ojos tristes
mientras su madre tiraba de su abrigo para llevarlo a un lugar seguro hasta que
el alboroto llegase a su fin–¡Mi pequeño Abaddon! Siempre estaré con vos, amado
niño.
–¡Cállate ya! –gritó
Beliar, exasperado. Sin esperar más, acortó la distancia con un solo paso, sacó
la espada del cinto y sin ninguna compasión tomó al rey por los cabellos y
cortó su cabeza de un solo tajo. Un gran río de negra sangre cubrió la ropa de
aquel cuerpo que comenzaba a resbalarse por el trono; la sangre cayó a
borbotones, tiñendo las pulidas piedras que conformaban el suelo y los pies de
aquel observaba la cabeza que ostentaba, desde lo que parecía otro mundo, una
enorme sonrisa.
El niño dejó
escapar un desgarrador grito; intentó correr hacía el lugar de muerte para
atacar al malvado, pero su madre lo tomó en brazos de inmediato, ignorando sus
patadas y compartiendo sus lágrimas. La mujer vio, impotente, el cuerpo del rey
antes de alejarse casi corriendo con la pequeña cabeza de su hijo hundida en su
pecho.
Beliar salió
minutos después para enseñar la cabeza como trofeo a los revolucionarios,
quienes aumentaron el volumen de su celebración al verla, y aún más cuando el
hombre le prendió fuego después de clavarla en el asta de una vieja bandera.
Los nueve
hombres de la cruz hicieron que las cadenas dejasen libre el cuerpo sin vida
del que ahora era solo un recuerdo de mejores épocas.
–Me apetece arruinar
sus planes–dijo el más joven, inclinándose cerca del enorme charco de sangre;
los demás no respondieron, no necesitaban hacerlo cuando él sabía que le
apoyaban.
De su túnica extrajo
tres pequeñas botellas, abrió cada una con cuidado y sumergió sus manos en la
sangre.
Me encanta todo lo gore o sea que esta historia me gusta. Ya tienes una lectora más ^^
ResponderEliminar-----------------------------------
Te invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace dos meses y no me va nada mal.
http://retratodeunasesino.blogspot.com.es/
Me gusta pero tienes que poner espacios tipo así:
ResponderEliminar-Me apetece arruinar sus planes (espacio)-dijo el más joven inclinándose cerca del enrome charco de sangre. (punto a parte)
(espacio)
Los demás no respondieron, no necesitaban hacer cuando él sabía que le apoyaban.
(espacio)
De su túnica...
Una historia bastante sangrienta, como me gustan a mi... tienes bastante talento para la literatura.
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Te invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace dos meses y no me va nada mal.
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Mil gracias por el mal merecido cumplido. Tomaré en cuenta vuestra observación a la hora de subir otros capítulos para facilitar la lectura.
EliminarMe pasaré por tu blog en breve, pues ahora no tengo mucho tiempo para la lectura, lastimosamente.
Gracias por pasarte y comentar.