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jueves, 27 de diciembre de 2012

Prólogo





  El hombre se movió lentamente entre el mar de cadáveres que reposaban en el suelo. Estaba orgulloso de aquello; tan solo unos minutos atrás había dudado de poder convencer al menos a un vampiro de unirse a la revolución que planteaba, y ahora escuchaba los gritos de celebración de los nuevos revolucionarios mientras contemplaba al derrocado rey agonizante.
  Nueve hombres con largas túnicas negras cuyo único detalle especial era una cruz borgoña en el pecho se situaban alrededor de aquel moribundo ser, sosteniendo las cadenas que lo ataban al trono.
  –¿Qué deberíamos hacer? –inquirió en voz baja uno de los hombres; el rey bajó la cabeza, adivinando lo que responderían los demás y calculando su tiempo de vida.
  –No lo que él desee–respondió aquel que estaba a su lado, dedicándole una mirada envenenada al hombre que ahora estaba a tan solo un par de metros, de pie sobre el cuerpo de una joven que había sido transformada un par de meses atrás.
  –Ahora es mío–su voz estaba cargada de triunfo y crueldad. El grupo de las cruces rojas se apartó del rey, pero las cadenas continuaban en el aire, como si ellos aun las sostuviesen–Es una lástima que deba usted terminar así, mi señor, casi me duele tener que matarlo… casi.  
  El rey soltó un bufido, exasperado; sabía que moriría, y esas palabras solo lograban que sus últimos minutos se transformaran en un desagradable momento. ¿Acaso no podía concederle unos segundos de tranquilidad antes de que obligarle a abandonar el mundo terrenal?
  –Hacedlo de una buena vez, hijo mío, comienzan a dolerme las muñecas–su tono era afable, tranquilo, incluso dulce. Movió sus manos para hacer que sonaran las cadenas antes de levantar la mirada para encontrarse con los ojos color miel de su próximo asesino–No me arrepiento de haberos convertido, Beliar, sois un gran vampiro, aunque siempre hayáis tenido ideas extrañas–una mirada afectuosa fue dirigida al pequeño niño de apenas cuatro años que observaba la escena con ojos tristes mientras su madre tiraba de su abrigo para llevarlo a un lugar seguro hasta que el alboroto llegase a su fin–¡Mi pequeño Abaddon! Siempre estaré con vos, amado niño.
  –¡Cállate ya! –gritó Beliar, exasperado. Sin esperar más, acortó la distancia con un solo paso, sacó la espada del cinto y sin ninguna compasión tomó al rey por los cabellos y cortó su cabeza de un solo tajo. Un gran río de negra sangre cubrió la ropa de aquel cuerpo que comenzaba a resbalarse por el trono; la sangre cayó a borbotones, tiñendo las pulidas piedras que conformaban el suelo y los pies de aquel observaba la cabeza que ostentaba, desde lo que parecía otro mundo, una enorme sonrisa.
  El niño dejó escapar un desgarrador grito; intentó correr hacía el lugar de muerte para atacar al malvado, pero su madre lo tomó en brazos de inmediato, ignorando sus patadas y compartiendo sus lágrimas. La mujer vio, impotente, el cuerpo del rey antes de alejarse casi corriendo con la pequeña cabeza de su hijo hundida en su pecho.
  Beliar salió minutos después para enseñar la cabeza como trofeo a los revolucionarios, quienes aumentaron el volumen de su celebración al verla, y aún más cuando el hombre le prendió fuego después de clavarla en el asta de una vieja bandera.
  Los nueve hombres de la cruz hicieron que las cadenas dejasen libre el cuerpo sin vida del que ahora era solo un recuerdo de mejores épocas.
  –Me apetece arruinar sus planes–dijo el más joven, inclinándose cerca del enorme charco de sangre; los demás no respondieron, no necesitaban hacerlo cuando él sabía que le apoyaban.
  De su túnica extrajo tres pequeñas botellas, abrió cada una con cuidado y sumergió sus manos en la sangre. 

3 comentarios:

  1. Me encanta todo lo gore o sea que esta historia me gusta. Ya tienes una lectora más ^^
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    Te invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace dos meses y no me va nada mal.
    http://retratodeunasesino.blogspot.com.es/

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  2. Me gusta pero tienes que poner espacios tipo así:

    -Me apetece arruinar sus planes (espacio)-dijo el más joven inclinándose cerca del enrome charco de sangre. (punto a parte)
    (espacio)
    Los demás no respondieron, no necesitaban hacer cuando él sabía que le apoyaban.
    (espacio)
    De su túnica...

    Una historia bastante sangrienta, como me gustan a mi... tienes bastante talento para la literatura.
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    Te invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace dos meses y no me va nada mal.
    http://retratodeunasesino.blogspot.com.es/

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    Respuestas
    1. Mil gracias por el mal merecido cumplido. Tomaré en cuenta vuestra observación a la hora de subir otros capítulos para facilitar la lectura.
      Me pasaré por tu blog en breve, pues ahora no tengo mucho tiempo para la lectura, lastimosamente.
      Gracias por pasarte y comentar.

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